El tamaño reducido de Gran Canaria hace que los recorridos sean relativamente cortos, pudiendo regresar por itinerarios diferentes al punto de partida durante la misma jornada.
El relieve abrupto isleño confiere características propias de las carreteras de montaña.
A lo largo de estas subidas y, especialmente al final de ellas, encontramos los miradores naturales desde los que se aprecia la diversidad de paisajes que caracteriza a la isla de Gran Canaria.
Disfrutando de un fenómeno meteorológico peculiar como el “mar de nubes”, o simplemente de los atardeceres y puestas de sol.
Las carreteras, excepto algunos pocos tramos, atraviesan o pasan junto a multitud de caseríos, barrios y pueblos que constituyen su disperso poblamiento rural.
La mejor forma de conocer esta tierra es aparcar el vehículo y deambular por callejuelas descubriendo vestigios históricos, lugares donde degustar los productos de la tierra, asomarse a miradores o saludar a los lugareños.
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